viernes, junio 05, 2009

Los principales enemigos de un libro son el tiempo y la humedad. Además suelen ser verdaderos acumuladores de polvo, aunque este problema es sólo cuestión de usar un plumero o un aspirador pequeño. Limpie el polvo de sus libros por lo menos una vez al año, limpiando también los estantes.
Cuando quite el polvo de un libro manténgalo bien apretado con la mano para que no le entre dentro entre sus páginas.
La habitación donde los tiene no debe estar demasiado seca, pues se estropearía el papel y la encuadernación al resecarse la cola. Los estantes no deben estar encima de estufas, chimeneas o calefactores. Y es aconsejable que la habitación no sobrepase los 15º centígrados; si los aprecia de verdad.

El color blanco de las tapas se puede volver a ver aplicando una mezcla de agua y lejía con un algodón. La parte superior ennegrecida, pasándole un trapo mojado levemente en alcohol y un poco de amoniaco. Apriete bien el libro para que no se deslice entre las hojas la mezcla. La humedad puede irse espolvoreando polvos de talco página por página. Después deje presionado el libro durante unos días colocando sobre él algún objeto muy pesado o usando dos gatos de carpintero. Pasado este tiempo deberemos cepillar suavemente las páginas para quitar el polvo de talco.

Si un libro presenta un aspecto verdoso por el moho producido por la humedad, y usted desea conservarlo, no se alarme. Pase con paciencia una hoja de afeitar por la parte afectada y límpiela después con alcohol.

A veces las páginas aparecen pegadas y pensamos que son irrecuperables. Use el mismo sistema que utilizaría para despegar un sello. Someta las páginas al vapor de agua y con delicadeza vaya separándolas, siempre sin prisas. Igual que ocurre con un sello, quizá se vea obligado a repetir la operación.

No hay comentarios: